No sería un Gran Premio de Mónaco sin la lluvia, y los dioses del clima no decepcionaron. Casi tuvimos una batalla interesante en la punta, pero el Red Bull de Max Verstappen es demasiado poderoso y dominó a placer, con o sin lluvia. A Fernando Alonso no le faltó mucho para ganar, escalando al segundo puesto en el podio y al menos la pasó mejor que ambos Ferrari y Checo Pérez, quien tuvo una carrera para el olvido. Así empezó el mejor fin de semana del automovilismo, y todavía quedan las 500 de Indianápolis y NASCAR.
Felicidad adelante, caos atrás
El inicio del Gran Premio de Mónaco para la gente de la punta fue bastante calmado, y spoiler no tuvimos ningún auto de seguridad. Para aquellos en la parte trasera de la grilla, caos y más caos. Hülkenberg y Sargeant se tocaron en la zona de Casino-Mirabeau, Stroll fue forzado contra el muro y tuvo daños en el hairpin, causando un atasco momentáneo. Luego de esos roces, Checo Pérez, sumido en ese caos, optó por parar por cauchos duros y estirarlos hasta el final de la carrera.
A partir de allí las cosas se calmaron. El juego mental ahora era el de la estrategia, ya que el líder Verstappen tenía gomas medias, y Alonso venía igualando su ritmo con cauchos duros. Ambos tenían que parar, pero el Aston Martin podía estirar la vida de sus llantas y poner gomas suaves para el final. Carlos Sainz jr. casi arruina su carrera al presionar a Esteban Ocon por la tercera plaza, resultando en un contacto que dañó el alerón del Ferrari. Para suerte del español, los comisarios no lo penalizaron ni forzaron a cambiar su alerón.
Nubes negras en el horizonte
La otra complicación que se asomaba en el horizonte era el riesgo de la lluvia. Recordará que hace un año a causa de un aguacero la largada se demoró y arrojó un elemento de estrategia que le dio la victoria a Pérez. Hacia la vuelta 30 todos los equipos tenían sus ojos pegados al cielo y en el radar, esperando a ver si la lluvia hacía su aparición sorpresa.
Mientras eso ocurría, Verstappen alcanzaba a “los coleros” y sus llantas comenzaron a pasarle factura, lo que era música para los oídos de Alonso. Las paradas iniciaron hacia el giro 32, con Hamilton, Ocon y Sainz los primeros en entrar por cauchos frescos. Para Pérez las cosas iban de mal en peor, pasando de largo en la chicana y luego dañando su alerón frontal al tocarse con Hülkenberg.
Con ese riesgo de lluvia, Verstappen y Alonso estiraron al máximo sus llantas, esperando a que los cielos se rompieran o uno de los dos hiciera su movida. Una opinión del autor y es que estas gomas que trae Pirelli son ridículas. ¿A qué me refiero? A que unos cauchos medios no deberían durar más de 50 vueltas, y que el Gran Premio de Mónaco debería ser una carrera con al menos dos paradas. Sí, el Red Bull es literal mágico a la hora de conservar llantas, pero es bastante absurdo.
Llueve sobre mojado
La lluvia por fin se asomó en la vuelta 51, concentrándose en la zona más lenta de la pista, entre Casino, Mirabeau y el túnel. Alonso perdió la batalla de estrategia al parar por llantas lisas, justo en el momento que la lluvia se extendiera a todo el circuito. Fueron varias vueltas caóticas, particularmente para ambos Ferrari que tuvieron sus despistes y tuvieron que entrar a pits juntos, destruyendo sus chances de un podio.
Si estaba dormido al inicio de la carrera, este final fue caos y más caos. Muchos se despistaron y cometieron errores, como Russell que casi causa un desastre al reincorporarse a la pista, ambos Haas visitando las zonas de escape, y bastantes roces contra los muros. En esas últimas vueltas todos los pilotos ejercieron máximo cuidado para negociar las complicadas condiciones que azotaron el final del Gran Premio de Mónaco.
Y así terminaron las cosas, Verstappen muy a la distancia obteniendo la victoria; Alonso con un segundo algo amargo porque el asturiano pudo acariciar la victoria y un enorme Esteban Ocon en tercero, recibiendo de forma merecida el título de piloto del día.