Difícilmente hay una imagen más británica que un Rolls Royce Cullinan subiendo a toda mecha las colinas que bordean la mansión del duque de Richmond. Y es que no importa si sube una reliquia de la preguerra, un monstruo escupe fuego del Grupo B o un SUV de ultra lujo: todos los participantes suben la cronoescalada a todo dar, esa es la esencia del Goodwood Festival Of Speed.
Normalmente uno no asocia la marca Rolls Royce con llantas quemadas y curvas tomadas al límite, pero la cita de Goodwood es demasiado especial como para dejar pasar la oportunidad de divertirse un rato y darle un espectáculo los más de cien mil asistentes al festival.
Celebrado siempre entre finales de junio e inicios de julio, el Goodwood Festival of Speed es una reunión anual inaugurada por Lord March en 1993 para acercar al publico al automovilismo y devolver los motores rugientes a la mansión Goodwood, un lugar icónico en la historia del automovilismo inglés.
Y es que Rolls Royce también tiene sus raíces en aquel pequeño poblado de Sussex occidental, cosa que los motiva para siempre llevar una delegación deslumbrante que este año incluyó una edicion especial del Rolls Royce Wraith, un Rolls Royce Phantom como carro insignia del evento y su controversial SUV, el Cullinan, bajo el mando del expiloto británico de F3 Daryl Jones.
¡No más miren la forma en que esta mansión sobre ruedas ataca las curvas y levanta una rueda como si fuera un hot hatch! Pero si Bentley puede, ¿Por qué Rolls Royce no?
Al fin y al cabo, el Cullinan tiene potencia de sobra para hacer travesuras. Su motor V12 de 6.75 litros apoyado por dos turbos produce un máximo de 563 caballos de potencia para alcanzar altas velocidades y un torque de 850 Newton metros a escasas 1600 rpm para una acelerar ya sea con total tranquilidad o completa brutalidad.
De eso se tratan los Rolls Royce: el privilegio de tener mucha potencia, ¡pero solo usarla cuando es necesario, como cuando te encuentras en el Festival de la velocidad!
