Y aquí viene Rolls-Royce con otro modelo de edición limitada, después de todo ese es su negocio: cumplir los caprichos de unos pocos. Para el resto, sólo nos queda contemplar con detenimiento estas berlinas de “ultra lujo”, cuyos detalles personalizados hablan más del tipo de persona que los compra que de la marca. Como es de esperarse, el Rolls-Royce Ghost Prism no es la excepción a esa norma.
Para nuestra sorpresa, no es un modelo único e irrepetible encargado por algún magnate que no quiere un “Rolls-Royce de producción en masa”. Por el contrario, es una celebración por los 120 años de la marca, entremezclada con el mundo de la alta costura y los intereses del 1%, como le dicen a esos círculos exclusivos de la sociedad.
120 años a través de cuatro colores
Para celebrar de forma apropiada esos 120 años, el Ghost Prism es un fino balance de los valores que representan a Rolls-Royce. Sobrio por fuera, con un tono elegante en su exterior contrastado con cuatro tonalidades: rojo fénix, azul turquesa, naranja mandarín o amarillo fragua. Detalles que adornan discretamente la carrocería del Ghost, por cierto, a la par de detalles siniestros como una parrilla panteón de color gris opaco.
Es en el interior donde estos cuatro colores toman vida, como referencia al buen gusto en moda y cultura de sus potenciales clientes. Cuero blanco y negro se ve atravesado por uno de esos cuatro tonos, que recorren los contornos de los asientos, los logos de Rolls-Royce, el volante, clúster, tablero y hasta los diodos LED del “techo estrellado” de la marca.
Por supuesto, el color exterior puede ser más vibrante y los materiales de la cabina distintos, pero los cuatro tonos especiales del modelo Prism prevalecen. Rolls-Royce planea hacer 120 ejemplares de este “jubileo de aniversario” y apuesto a que ya todos están vendidos, con algunos de ellos regresando a Goodwood para recibir más personalización de la que ofrece Rolls-Royce de fábrica.