Hay autos que marcan una era y otros que la desafían. El Mercedes-Benz G-Class, o G-Wagon como muchos lo conocen, pertenece a ambas, el icónico SUV acaba de alcanzar un hito de producción monumental alcanzando la unidad número 600.000. Este logro, que se completó en la planta de Graz, Austria, no es solo un número; es el testamento de una leyenda que se niega a pasar de moda, y que sigue demostrando que la autenticidad y la robustez nunca pierden su encanto.
Si bien el número 600.000 es muy especial, la marca alemana decidió no guardar este vehículo en sus garajes de «oro», sino venderlo a un cliente como otro modelo más. El vehículo que tuvo la honra de haber alcanzado ese hito fue un G-580 eléctrico con tecnología EQ en color negro obsidiana metálico.
Un hito en tiempo récord de un modelo de creciente popularidad

Lo que hace aún más impresionante este logro es el ritmo al que se ha alcanzado. Hace apenas hace dos años, Mercedes-Benz celebraba la unidad 500.000, significando que el G-Class ha sumado 100.000 unidades a su producción en un tiempo récord. Y si bien las comparaciones son odiosas, en este caso «resaltan» más aún el logro, puesto que a los germanos les costó casi 3 años pasar de la unidad 400.000 a 500.000, reflejándose así el incremento en demanda del vehículo.
De igual manera, el G-Wagon es el vehículo más personalizable de todo el portafolio de Mercedes. Actualmente, según las cifras de la compañía, el 90% de los clientes que obtienen este modelo, deciden irse al menos por una opción personalizada.
La resiliencia de un ícono

La historia del G-Class es la de un vehículo que, a pesar de los cambios en el mercado y las tendencias de diseño, ha mantenido su forma y su filosofía.
Su silueta cuadrada, su capacidad todoterreno y su aura de exclusividad lo han convertido en un símbolo de estatus y aventura. Desde su debut en 1979, ha evolucionado, ha sumado lujo y tecnología, pero nunca ha traicionado sus orígenes, algo que merece respeto en medio de un mundo tendencioso al cambio.
Finalmente, la unidad 600.000 del Mercedes-Benz G-Class es la prueba irrefutable de que cuando un diseño es bueno, es eterno.