Piénselo de esta manera: existe una realidad en la que el Mini original nunca se renovó y se mantuvo así, clásico, pequeño, eterno. La realidad es que vivimos en la línea de tiempo en la que el Mini no sólo se reinventó, también mantuvo su relevancia como emblema de la cultura pop, con una decena de versiones distintas a elegir. Qué mejor que recordar la historia del Mini y cómo llegó aquí, en la fecha que cumple ya 65 años.
La verdad es que el Mini asumió durante ese tiempo una variedad de formas, nombres y roles tan diversos como la misma raza humana. Si un auto define el siglo XX, es el Mini junto al Volkswagen Escarabajo (o Beetle). Sólo que, a diferencia del Beetle, Mini sigue adelante haciendo lo que mejor sabe hacer: darnos nostalgia en forma de un hot hatch divertido.
El amanecer del auto citadino
La historia del Mini comienza hace más de 65 años por una necesidad. Europa poco a poco se recuperaba de la guerra y los vehículos económicos y compactos eran furor. En 1957 el Reino Unido decidió intervenir en Egipto desatando la crisis del Canal de Suez, lo que acarreó sanciones económicas y racionamiento de petróleo para ese país.
Ante esa urgencia, British Motor Corporation decidió responder con un auto mucho más pequeño, económico y de bajo consumo para el pueblo británico. Sir Alec Issigonis fue el elegido para crear este vehículo impensado y vaya que el hombre creó una maravilla.
La maravilla de 3 metros de largo
La genialidad del Mini original está en el uso tan eficiente del espacio y ubicación de sus componentes. Usando el sempiterno motor A de BMC, Issigonis decidió girarlo 90° y ubicarlo de forma transversal, con su transmisión y radiador ubicados a los costados; algo impensado para su época. Tendría tracción delantera y una suspensión que cambiaba resortes por topes de goma, creando un vehículo que se comportaba como un kart.
Su motor se redujo a 848 cc, resultando en 33 hp para mantener su velocidad tope en 120 km/h. La carrocería y chasis monocasco eran simples y estiraban cada centímetro cúbico posible de espacio, con rines de 10″ ubicados lo más separados posible en cada costado. Curiosamente la Crisis de Suez acabó pronto y la necesidad por la que el Mini fue creado ya no existía.
Aun así, Austin y Morris lanzaron con bombos y platillos al nuevo Mini en 1959 y fue un éxito inmediato. Los británicos quedaron encantados, en un momento que los city cars o “superminis” no existían, fuera de esos cuadriciclos como el BMW Isetta o Messerschmitt. Rápidamente la fiebre se extendió por todo el mundo, con el humilde Mini transformándose en un ícono de la cultura pop, ese juguete nuevo que todos querían tener. Tanto así, que el Mini se fabricó en Australia, Chile, Italia, Sudáfrica e incluso Venezuela.
Cuatro décadas inamovibles
Quisiéramos decirle que luego de 1959 pasó mucho, pero en realidad el Mini permaneció. Seguro, tuvo una infinita cantidad de mejoras y refinamientos, pero BMC fue víctima de su propio éxito. BMC luego pasó a ser British Leyland, esa infame compañía famosa más por sus crisis que sus autos y el Mini siempre fue la fuerza que mantuvo sobre ruedas a esa marca.
No le sobraron ediciones especiales, como las modificadas por el diseñador de F1 John Cooper, que elevó su poder a 55 y luego 60 hp. Con mejoras en suspensión y frenos, los Mini Cooper y Cooper S brillaron en campeonatos de turismo y en el mundo del rally, triunfando en el Rally de Montecarlo.
Se le ofreció como van sencilla o Countryman, como pickup, con un nuevo frente (Mini Clubman GT) y bajo marcas como Innocenti o Riley. La versión original de “La Gran Estafa” (The Italian Job) casi no cuenta con Mini Coopers, ya que la marca se negó a prestar modelos para no “dañar su imagen”.
Intentos de reemplazarlo no faltaron, su creador Issigonis planeó un modelo tipo hatchback adelantado a su tiempo, pero cada intento se quedó en nada. La precaria situación de British Leyland aplazó su reemplazo, porque era más rentable mantener al Mini tal cual. En 41 años la fórmula no cambió, aunque sí se refinó con algunas mejoras. Los últimos Mini incluso recibieron airbags.
Un nuevo Mini, el mismo ícono cultural
Con la disolución de British Leyland, la historia del Mini pasó a manos de Rover y allí casi desaparece; no estaríamos celebrando sus 65 años.
Una vez más, muchos proyectos para revivir al Mini emergieron. Como el Minki, un Rover Mini con el motor K más moderno que usaba el Austin Metro, en sí el sucesor espiritual del Mini. BMW adquirió a Rover en 1994 e inyectó el capital necesario para crear un nuevo Mini de una vez por todas.
Los diseñadores de Rover y BMW compitieron por el diseño; los primeros crearon los conceptos Spiritual con una apariencia de burbuja curiosa, con BMW inclinándose por un diseño neo-retro, aprovechando el éxito del VW Beetle (el moderno). Este segundo ganó y sentó las bases para el Mini que conocemos hoy.
Con BMW al mando, el Mini asumió todo tipo de formas: Convertible, Cooper S, el curioso Coupé, los más peculiares Countryman y Clubman, versiones de tres y cinco puertas, hasta uno en forma de Yate. La producción del Mini original terminó en el 2000, pero su historia siguió con este sucesor que hoy completa tres generaciones más y 65 años.
Al final del día, Mini es de las pocas marcas que “se casó” con un diseño y generación tras generación lo van perfeccionando. Algo que tiene sus detractores y fanáticos, pero es innegable la historia e impacto del Mini, motivo por el cual celebramos sus “65 añitos”.
