No es secreto para nadie que hay muchos “SUV” que son pura pinta. Tienen una carrocería corpulenta, pero chasís de carro; una suspensión alta supuestamente para hacer off-road, pero llantas que se atascan en el primer barrizal. Toyota, afortunadamente, no se dedica a fabricar SUVs así y el Toyota Prado Sumo es un ejemplo perfecto. No se equivoque: tal vez se trate del utilitario más citadino que vende Toyota, pero su capacidad para terrenos difíciles todavía sigue ahí. Tiene sus falencias, como veremos más adelante, y un controversial precio de $200.100.000 para esta versión TXL, pero es toda una caja de sorpresas.
Algunas agradables, otras no tanto
No hay mucho que decir sobre el exterior y eso, a mi juicio, es algo bueno. Este segundo facelift cambió la parrilla y las luces, sin afectar la esencia de un diseño que resulta tan imponente como inconfundible. Sin embargo, por el precio, sorprende que esta actualización incluya simples faros halógenos en vez de unidades en Xenón o LED con actuación automática. Lo mismo podría decirse sobre el interior, y en general, sobre el equipamiento del Prado Sumo, pero uno se lleva una grata sorpresa al acceder a las cabina. Y es que, pese a tener una distancia entre ejes relativamente corta, este SUV de dos puertas es mucho más espacioso de lo que parece.
Adelante las dos sillas para el conductor y el pasajero son suaves y confortables, con adecuado espacio para las piernas. Lo sorprendente, sin embargo, está atrás: el espacio es enorme y puede acomodar perfectamente a personas altas aún con las sillas delanteras deslizadas a tope. Es más, las plazas traseras no solo son tan cómodas como las delanteras; también son reclinables y el espaldar del tercer puesto no está hecho de piedra. Todo esto sin afectar un adecuado espacio para las compras o el equipaje. Y si a lo anterior le sumamos el sunroof, el resultado es un ambiente en el que es prácticamente imposible sentir claustrofobia.
No todo es perfecto, como ya dije antes. La cabina en esta versión TXL incluye aire acondicionado bi-zona, asientos en cuero, una pantalla táctil de 8 pulgadas con Bluetooth…y pare de contar. Tanto la versión TX como la TXL traen siete airbags y anclajes ISOFIX, pero carecen de algo tan básico como una cámara de reversa. Otra vez, por el precio uno espera más: asientos de ajuste eléctrico, por ejemplo, y menos plástico en el interior. Pasemos ahora a otro tema esencial a la identidad del Toyota Prado: sus capacidades off-road.
Un 4X4 merece más que asfalto
David y Mauricio Alarcón, nuestros directores, probaron este Toyota en el terreno lodoso de Laguna Seca, allí se hizo el video y la mayoría de fotos que engalanan este artículo. Sin embargo, yo quería algo más…
Aprovechando que el espacio interior del Prado Sumo casi que permite mantener el distanciamiento social, armé un pequeño paseo con la gente de Academia 4×4. ¿La idea? Probar este SUV en condiciones más desafiantes, subiendo y bajando pendientes inclinadas y pasando por terrenos rocosos. Elegimos un camino a las afueras de Tocancipá, empezamos a subir y cuando la loma se puso empinada…simplemente activamos el bajo y seguimos subiendo. Alcanzamos un punto en el que el conductor de un Nissan X-Trail dijo “Hasta aquí llegué”…y seguimos subiendo.
Llegamos a un tramo con una pendiente rocosa en bajada, una inclinación que a píe se sentía cercana a los 45° y una vista hermosa de la sabana. Lento, pero seguro, el Prado sorteó este obstáculo de ida y de venida sin mayor queja a excepción de unos momentos en que el control de tracción intervino. Quedé más que satisfecho con la experiencia pues, si bien no recorrimos una trocha extrema, estoy seguro que muchos carros con pinta de SUV habrían dejado medio chasís en esa loma. Ahí es donde sobresalen las virtudes de un chasís vieja escuela y una suspensión que no es alta solo para aparentar. El veredicto: las capacidades off-road del Prado Sumo podrán no satisfacer al trochero más hardcore, pero son más que suficientes para el resto de mortales.
Cuando 2.700 es menos que 1.900
Pese a sentirse cómodo en terreno difícil, hay que decir que el motor 2TR-FE representa otro punto débil para el Prado Sumo. Este cuatro cilindros de 2.700 cc produce 146 HP y 256 Nm que se sienten anémicos a la hora de mover casi dos toneladas de Toyota, más aun estando acoplado a una transmisión automática de seis velocidades. Habría preferido un motor V6 o, todavía mejor, uno turbodiésel. La caja en su modo Sport es muy lenta para responder y los adelantos en carretera o en ciudad requieren acelerar a fondo con anticipación. Dicho eso, una ventaja del Prado Sumo es que a veces no hace falta acelerar para adelantar: los huecos en el camino simplemente desaparecen en un Toyota como este.
En una carretera destapada, mientras los demás frenan para los huecos, uno simplemente puede seguir a 60 km/h sin despeinarse. En ciudad uno puede ir tranquilo sin preocuparse por romper un rin o estar matando los amortiguadores. Su velocidad máxima es de 160 km/h, pero se siente mucho más cómodo y seguro entre 80 y 100 km/h. Digo esto, no solo por cuestiones de consumo de gasolina, sino porque a altas velocidades el Prado Sumo se siente inestable y nervioso, cosa que es de esperarse. Su suspensión es alta y suave, diseñada para la ciudad y la trocha; todo lo contrario a la suspensión bajita y firme que uno necesita en pista y carretera. La dirección es increíblemente suave y los frenos, aunque se sienten largos inicialmente, frenan muy bien a este SUV en caso de una emergencia.
Alternando entre conducción suave y exigente, trocha, ciudad y carretera, recorrí 172 kilómetros y gasté alrededor de 22 litros de gasolina. Esto equivale a un relativamente económico consumo de 12,8 litros/100 kilómetros, algo que francamente no esperaba en un vehículo de este peso y con este conjunto motriz. Esa sensación de sorpresa es mi impresión final sobre el Toyota Prado Sumo: no esperaba que un vehículo tan grande fuera tan civilizado en ciudad y, al tiempo, no esperaba que algo tan civilizado fuera tan capaz en terrenos difíciles. Sin embargo, pese a que son más las sorpresas buenas que las malas, el Prado Sumo tiene un problema difícil de ignorar: se llama Toyota 4Runner.