Por estos días revisaba mi correo cuando recibí una comunicación de Mercedes-Benz. En ella conmemoraban los 25 años de la introducción del control de estabilidad de serie, como medida para mitigar los efectos de la infame prueba del alce del Clase A que le dio la vuelta al mundo. Me puso a pensar, ¿cómo conmemorar ese suceso de una manera poco ortodoxa? Y ahí fue cuando se prendió la lucecita: recordar uno de los primeros intentos de Mercedes-Benz por hacer un auto compacto y city car, que no era más que un 190E sedán cortado a la mitad.
Antes de explorar ese curioso concepto que seguramente está viendo en imágenes, una aclaración. Mercedes-Benz no fue el único inventor del control de estabilidad, aunque sí fue de las primeras marcas en ofrecerlo como opción. Lo que sí es cierto es que la marca germana fue la primera en integrarlo de serie a un modelo, que fue el ya mencionado Clase A de primera generación.
Cuestiones de rally y no de eficiencia
Ahora sí, el Mercedes-Benz 190E Frankenstein que acá ve y que es el verdadero antecesor del Clase A city car, y en general de los autos pequeños premium. En Affalterbach el tema de un compacto con la alcurnia de la marca fue un tema que exploraron bastante, pero todo tiene sus raíces en este auto, denominado Städtwagen o auto para la ciudad.
Lo curioso es que este auto no fue concebido para ser un city car, sino un auto de carreras. En concreto, una bestia para rallies que funcionara como alternativa para el 190E sedán. Ese modelo en cuestión (denominado W201) se encontraba en sus últimas etapas de desarrollo, concebido originalmente como un sedán únicamente. Mercedes-Benz quería una alternativa para circuitos o etapas compuestas de curvas y secciones técnicas o lentas, por lo que una variante pequeña hatchback tenía sentido.
Lo que no tenía mucho sentido es el producto final, que parece como si alguien tomase un serrucho de tamaño cómico y cortara a la mitad al 190E. Pero así fue, el Städtwagen emergió en 1980 con una distancia entre ejes bastante corta (2.2 m) y un frente largo bastante extraño. Casi parecía una gorra o el pico de un pato de perfil. El problema fue que Mercedes-Benz desistió de la idea de competir en rallies, dejando a este curioso auto en el limbo.
Sentando un precedente
Pero créalo o no, este es el vehículo que sentó el precedente que nos daría eventualmente el Clase A e incluso el Smart ForTwo. Mecánicamente era igual a un 190E, con un 4 cilindros longitudinal de 2 litros y tracción trasera. Este producía 120 hp, 178 Nm de torque y gracias a su tamaño llegaba hasta los 175 km/h. No era tan rápido, pero para su época era suficiente.
Cuenta la historia que Mercedes-Benz hizo sus pruebas con este 190E recortado, aprendió lecciones y decidió mantener en secreto el proyecto, revelándolo solo años después. Pero por más gracioso y desproporcionado que se vea (y parece zapato de payaso), a Mercedes-Benz le quedó sonando la idea de un city car o compacto. Técnicamente el 190E era pequeño, pero no tanto como quisieran.
Después de ese ejercicio Mercedes-Benz creó otros prototipos citadinos, todos con ideas muy interesantes. Lo clave es que ninguno era otro modelo cortado a la mitad, sino desarrollos frescos desde cero. Uno de ellos (NAFA Concept) tenía puertas corredizas y el tamaño de una cajita; mientras que los siguientes Vision A93 y FCC sentaron la base que definió al Clase A. Smart es otra historia interesante, pero para una ocasión distinta.
La secuela que nunca fue
¿Creía que eso era todo? Pues no, porque cuando se hizo público el Mercedes-Benz 190E city car tuvo un hijo lejano. La idea resonó en ciertos clientes y fanáticos de la marca, que pensaron que un 190E hatchback sería perfecto. Y con el éxito del Volkswagen Golf, un competidor premium no caería nada mal. Al menos eso pensó un tal Eberhard Schulz.
Este hombre casualmente tenía una compañía que modificaba Mercedes-Benz y sabía una cosa o dos de diseño, e hizo lo que la marca no quiso: el 190E compacto. Lo curioso es que el producto de Schulz (denominado 190E City o Compakt) era un producto mejor logrado de lo que consiguió Mercedes-Benz. En gran parte porque era un hatchback bien proporcionado de tres puertas, con espacio en la segunda fila y un aspecto atractivo con líneas bien definidas y deportivas.
A la marca no le gustó mucho la idea, en especial porque Schulz les pidió que produjeran en masa el modelo. Pero esa idea no quedó en nada, aunque al hot hatch de Sindelfingen le quedarían varios años para madurar. Tiempo después BMW introdujo una variante Ti o compact del Serie 3, y Mercedes-Benz terminó copiándolos, dándole la razón al tiempo. Pudimos tener un Clase A y un Clase B o CLA mucho antes, pero el proyecto en ambos casos nunca despegó. Aunque en realidad, sabemos que Mercedes-Benz siempre tuvo la idea, solo que nunca la aprovechó. La duda que me queda es esta: ¿será que ese 190E «chato» hubiese sufrido como el Clase A en la prueba del alce? Creo que nunca lo sabremos.