Volvo-Corea-del-Norte
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Es hora de un relato de esos que parece ficción pero realmente sucedió y aún hoy en día tiene repercusiones. Esta es la historia de cómo Corea del Norte le debe a Volvo una millonaria suma de dinero hace 50 años, todo porque el gobierno del primero no quiso pagar la compra de 1.000 autos. Visto de otra manera, Corea del Norte le robó en la cara a Volvo y otras empresas suecas, y hasta el día de hoy se niegan a pagar. Es sin duda el robo automotriz más grande del siglo, y todo por un puñado de ladrillos con logos de Volvo.

Un poco de contexto

Para entender esta historia es preciso primero hablar de política y la división de poderes que marcó la época conocida como La Guerra Fría. Después de la Segunda Guerra Mundial, los dos poderes en cabeza del mundo, el Capitalismo y el Comunismo, se dividieron el planeta. Esto como un gesto de paz, pero a la vez de vigilarse el uno al otro y hasta enfrentarse sin pelear directamente.

Mientras unos pocos pueden comprar esto: una copia del Fiat Siena; o peor, una copia de una copia china…

Uno de esos enfrentamientos fue en Corea, que terminó dividiéndose para mantener esa “paz”. Corea del Sur de fue para el lado capitalista; y Corea del Norte para el comunista, bajo la dictadura de Kim Il-Sung. Son incontables las historias que provienen de esa nación, de sus ciudades y calles falsas, de sus apariencias creadas solo para mantener una fachada de progreso ante occidente, y de una división de riquezas que beneficia a un 5% de la población, mientras el resto está sumido en un régimen controlador y sin oportunidades.

Pero volvamos un poco el tiempo, a la década de los años setenta. Gracias a ciertos acuerdos entre EE.UU. y la Unión Soviética, algunos países que no pertenecían a ningún bando y por ende eran neutrales podían entablar relaciones comerciales con el lado que quisieran. Corea del Norte no tenía industria automotriz para ese entonces, y a Suecia se le ocurrió una buena idea para capitalizar esa necesidad. Total, que con probar nada se pierde.

… el máximo dirigente de Corea del Norte anda en un Mercedes-Benz. Su colección incluye Rolls-Royce, Audi y Land Rover todos “adquiridos por medios legales”. Para los demás diplomáticos, una copia del Clase S hecha por SsangYong basta.

Riéndose en la cara de Suecia

Hacia la década de los sesenta fue que Volvo comenzó a producir esos “ladrillos indestructibles” con los que tanto se asocia a la marca sueca. Uno de ellos fue el 144, un modelo que debutó en 1966 y que para 1974 estaba por dar paso al legendario modelo 240. Con las últimas unidades dejando sus líneas de producción, Volvo entró en un acuerdo con Corea del Norte para importar 1.000 ejemplares del 144 al país asiático. Todo como parte de un negocio más grande con Suecia, nación que le dio a la “Corea comunista” maquinaria para la explotación de zinc y cobre. Materiales que luego reclamarían los suecos como forma de pago.

Volvo ya tenía en mente la idea de usar al 144 como taxi. Otra cosa que copiaron los norcoreanos.

Kim Il-Sung con gusto recibió esos mil Volvo para movilizar a sus diplomáticos y reservar los Mercedes-Benz para sus tenientes de mayor perfil. Apenas si recibió ese cargamento de ladrillos suecos, Sung bloqueó el número de cualquier representante de Volvo o el gobierno de Suecia y se hizo de la vista gorda. Bueno, no fue exactamente así pero es una metáfora para que se haga una idea de qué ocurrió. Esa directriz debió estar en el testamento de Il-Sung, porque sus dos sucesores siguen ignorando de lo lindo al país escandinavo, que hasta tiene consulado en Corea del Norte muy a pesar de esta afrenta.

Ni Volvo ni Suecia vieron un centavo de esa alianza, que incluía maquinaria y otros elementos además de los autos. Eso no los detuvo de mandar la cuenta religiosamente cada año, con todo e intereses. En los ojos de Corea del Norte, si pretenden que la deuda no existe tal vez desaparezca mágicamente, como un niño rompiendo un vaso y escondiendo los destrozos. Para Suecia, es cuestión de honor seguir pasando factura cada año. La ironía es que Volvo ahora le pertenece a Geely, marca china cuyo gobierno comunista simpatiza con Corea del Norte. Tal vez por eso la deuda sigue ahí en el aire.

Suecia sigue pasando factura

Uno de los Volvo 144 en 2016, imagen compartida con tono burlón por el consulado de Suecia en Corea del Norte. Nación que es como Cuba, pero sin música alegre.

Ya son 50 años desde que este dilema diplomático entre Volvo y Corea del Norte ocurrió. Kim Jong-un está más preocupado por su imagen, su colección de autos exóticos y comprar misiles que en respetar esa deuda, que hoy por hoy supera los 300 millones de euros. ¿Para qué pagarle esa tontería a Suecia si el hombre puede usarlo para comprar alguna otra limusina? Y le sobra para desarrollar armas de destrucción masiva.

Suecia es como ese ex que no deja de buscar y muy puntuales envían esa cuenta de cobro cada año. La diferencia con un ex es que tienen razón en reclamar, aunque luego de 50 años es claro que a Corea del Norte no le interesa en lo más mínimo saldar la deuda con Volvo. ¿Y qué hay de esos autos? Todavía circulan por las calles de Pyongyang, capital norcoreana.

Muchos de ellos terminaron sirviendo como taxis, y que aún funcionen medio siglo después habla muy bien de Volvo por encima de todo este fiasco diplomático. En contraste, los intentos de Corea del Norte por tener su propia industria automotriz son cómicos, plagados de copias mal hechas de todo tipo de vehículos, como el Fiat Palio y Siena; o vehículos rusos como los 4×4 UAZ. Lo peor son sus copias de autos chinos, que antes de ser cazados por Corea del Norte, en sí eran copias de otros modelos de Occidente. No se me ocurre nada más diabólico que conducir la copia de una copia de la que nadie puede hablar mal, ni siquiera comprar.

Ahora si me disculpa, tengo que partir con prontitud porque una comitiva de “diplomáticos norcoreanos” está en mi puerta. Me pregunto por qué.

Andrés Suárez
Cine🎬/Fotografía📸/Autos🚗. A veces hablo locuras sobre carros en Fuel Car Magazine.

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