Tan controversial como talentoso, así era Diego Armando Maradona. ¿Y me creería si le dijera que también era un fanático de los autos? Igual que Kobe Bryant, al Pelusa le gustaba llegar a los entrenamientos y andar por las calles en máquinas tan superlativas como su desempeño deportivo. Es bien conocida, en particular, su afinidad por los Ferrari, así que en Fuel escarbamos un poco para traerle la verdadera historia detrás del Ferrari F40 de Diego Maradona. Lamentablemente, abunda la desinformación al respecto, así que vayamos por partes.
“¡Pero si ya tenés una Ferrari!”
Todo empieza con una anécdota que Guillermo Coppola, el entonces manager del futbolista argentino, ha contado varias veces en entrevistas a canales deportivos. El problema es que algunos periodistas de futbol no saben diferenciar entre un Ferrari Testarossa y un F40; hay fotos de Diego Maradona posando junto a un Testarossa, mientras que no hay ninguna de él con un F40. Esto ha llevado a que algunos artículos afirmen erróneamente que Maradona era dueño del único Testarossa negro del mundo. Lo cierto es que el diez argentino tenía dos Ferrari: un Testarossa negro y un F40 que algunos afirman era negro, pero probablemente era rojo.
El caso es que en 1986, en vísperas del mundial de México, Maradona le encargó a Coppola que le consiguiera una Ferrari. “¡Pero si ya tenés una!” La respuesta de Maradona fue: “¡No, pero la F40! ¡Negra!”. Con semejante encargo, Coppola acudió a un tal Giovanni Agnelli, fan de Maradona, dueño del F.C Juventus y de un pequeño grupo empresarial llamado Fiat. Agnelli lo puso en contacto con nadie menos que Enzo Ferrari y este accedió a venderle una unidad por 470.000 dólares estadounidenses. Solo había un problema: il Commendatore estaba firme en que todos los F40 iban a salir de Maranello pintados color rojo. Sin excepciones.
Coppola afirma que logró convencer a Ferrari, pero esta afirmación tiene problemas como veremos más adelante. En fin, después del mundial de México, Maradona regresa a Italia en 1987 a jugar para el Napoli y su manager lo esperaba en el aeropuerto junto con el dueño del equipo y su flamante F40 nuevo. “Bella macchina!”, le dice a Coppola. El manager no desperdicia la oportunidad y se lo vende al dueño del equipo por un millón de dólares: “Regáleselo, presidente. Tiene al mejor jugador del mundo en su club, Diego se lo va a agradecer”.
“¡Entonces no lo quiero y que se lo metan por el c#l0!”
Maradona se baja del avión, ve su espectacular Ferrari tal como lo quería y sale a dar una vuelta con Coppola. Lo impresionan el sonido y la aceleración, pero inmediatamente se da cuenta que el carro no tiene radio ni tapicería en las puertas. Coppola le explica que esto se debe a que el F40 era un carro de carreras para las calles, pero a Maradona no le importó. Regresó al aeropuerto y sentenció: “¡Entonces no lo quiero y que se lo metan por el c#l0!”. Hay, sin embargo, un par de problemas con la historia de Coppola. Primero, que Ferrari oficialmente nunca vendió un F40 negro. Segundo, esta foto de Diego Maradona, padre de Diego Armando Maradona, con un Ferrari Testarossa negro y un F40 rojo; ambos de su hijo.
En ese entonces sí existieron Ferrari F40 de otros colores, pero ninguno pintado directamente por Ferrari. En realidad fueron pintados por Pininfarina a pedido del nefasto Sultán de Brunei. Lo más probable es que Coppola se haya tomado algunas libertades artísticas en su relato para hacerlo más interesante, combinando la historia del Testarossa y la del F40. Por ejemplo, también dice que solo se fabricaron cuarenta F40 cuando en realidad se fabricaron 400 (y luego 915 más) y que el Testarossa negro después resultó en manos de Sylvester Stallone y Mike Tyson. En todo caso, es una curiosa historia que sirve para recordar al gran futbolista y su especial personalidad. Personalmente, me quedo con su compatriota Quino, pero es innegable que para muchos Maradona era tan icónico como para nosotros lo es el mismísimo Ferrari F40.