Era inevitable, pero una enorme era se aproxima a su fin. Rolls-Royce lleva toda su historia produciendo motores V12 con una altísima fama de poder y suavidad. Sea bajo la tutela de ellos mismos, Bentley o BMW un Rolls-Royce tuvo, tiene o tendrá un V12 de 6 y ¾ de litro. Lastimosamente “el tendrá” pronto cambiará, porque la electricidad tocó la puerta de Goodwood y Rolls-Royce pronto dejará de producir motores V12, como los que mueven al Wraith.
Para celebrar tal ocasión hay una edición especial, que en esencia será el último cupé en llevar tan icónico propulsor. Su nombre es tan largo como el legado del V12: Rolls-Royce Black Badge Wraith Black Arrow. Y sí, necesitaba tener el denominador black dos veces en su nombre, no pregunte por qué o los ingleses se ofenderán. Limitado a 12 unidades que ya están vendidas, porque por supuesto que lo están, este Wraith rinde tributo a los récords de velocidad que impuso la marca en la década de los treinta.
El fin de una era… y el comienzo de otra
Rolls-Royce es muy claro y dice que los modelos en su futuro serán 100% eléctricos, así que nada de V12 ni para los más nostálgicos, este Wraith es el comienzo del fin. Inspirado en el monstruoso Thunderbolt que con un propulsor V12 estableció récords de velocidad, el Wraith Black2 Badge y Arrow mezcla la sobriedad del gris y negro con acentos amarillos tremendamente vistosos.
No podemos irnos sin hablar del V12, que pertenece a una casta de Wraith Black Badge (o Black Badge Wraith) con más poder y aceleración. La unidad de 6.6 litros posee dos turbocargadores que producen 623 caballos de potencia y 870 Nm de torque, pero ahora tienen una placa conmemorativa. Eso es todo realmente, Rolls-Royce se distingue más por el acabado y adiciones opulentas a sus modelos, que la suavidad del V12 hable por sí sola.
Historia con récords y aeronáutica
En esencia este modelo se basa en el Black Badge Wraith Landspeed edition que también rendía tributo a los récords de George Eyston a bordo de un Rolls-Royce V12. Por cierto esos V12 eran aeronáuticos, para que se haga una idea de su brutalidad. El tono exterior se supone debe mezclarse con las salinas de Bonneville, Utah para eliminar el brillo y junto a los acentos amarillos, Rolls nos dice que la pintura tomó 18 meses en perfeccionar.
Los acentos amarillos se descontrolan en el interior, donde el volante y asientos frontales lucen este color con decoro. Y lea esto: la madera de las puertas fue tratada para que simule la superficie de las salinas donde Thunderbolt (ese Rolls-Royce de los récords) impuso sus registros. Un diagrama de ese V12 aeronáutico está impresa sobre el tablero y flechas negras por doquier adornan el diseño, de ahí el nombre Black Arrow.
Una placa en los estribos y motor comprueba que este es uno de los últimos mohicanos V12 y el Phantom no tarda en unirse al adiós. Un último dato curioso de este cupé de 400.000 dólares: el cielo estrellado en la cabina está orientado de tal manera que imite a las constelaciones en el día que el Rolls Thunderbolt V12 alcanzó 575 kilómetros por hora en 1938. Es que ya ni es necesario decir que Rolls-Royce pone atención al detalle, porque ellos inventaron ese concepto.