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El bello coupé rojo ante sus ojos es tal vez el modelo más importante en la historia de la división M de BMW. No fue el primero, ese honor le corresponde al BMW M1, pero el M1 no era lo que llamaríamos un carro asequible. La primera creación de M era un chasís tubular desarrollado conjuntamente con Lamborghini y diseñado para competir contra los todopoderosos Porsche 935 del Grupo 5. No precisamente un carro de uso diario. El BMW M3 E30, en cambio, fue el primer M en unir un práctico y seductor coupé con un pedigrí de carreras.

Nacido para correr

El primero de los M3 debe su nacimiento a una sola cosa: el deseo de BMW por correr en la normativa del Grupo A. Esta categoría de mediados de los 80s estaba basada en carros de turismo de producción homologados para correr. BMW ya había intentado correr con el 635, pero el lujoso coupé carecía la agilidad de sus oponentes más compactos como el Mercedes 190 y el Ford Escort. La solución fue utilizar el compacto Serie 3 coupé y ponerle un motor diseñado por el genial Paul Rosche, el mismo artífice del M88 del M1 y el S60/2 del McLaren F1. Buena parte del encanto del M3 está precisamente en ese motor, bautizado S14 por haber sido diseñado en apenas 14 días.

Estamos hablando de un cuatro cilindros con bloque en hierro, culata en aluminio con doble árbol de levas, dieciséis válvulas, repartición por cadena, inyección electrónica de gasolina y dos cuerpos dobles de aceleración. Lo mejor de lo mejor en los 80s. Básicamente era una combinación entre el bloque M10 de cuatro cilindros y la culata del motor M88/3 del BMW M5, derivado a su vez del M88 del M1. Solo que, obviamente, a la culata hubo que mocharle dos cilindros. Pesaba apenas 106 kilos y, dependiendo del mercado y la versión, desplazaba entre 2.000 y 2.500 cc. Suficiente para producir entre 189 y 235 caballos de potencia en las versiones de calle y hasta 380 HP en su encarnación más extrema para el Deutsche Tourenwagen Meisterschaft.

Un éxito rotundo

Ahora unamos ese motor con una caja Getrag de relaciones cortas, un peso de apenas 1.165 kilos, un sistema de frenos de alto rendimiento especifico al modelo y una carrocería que solo compartía 3 paneles con el Serie 3 estándar. ¿Cómo no iba a ser todo un éxito? El M3 de competencia ganó 5 veces las 24 Horas de Nürburgring, cuatro veces las 24 de Spa, dos títulos del mundial de turismos, dos del campeonato británico y un campeonato del DTM. El M3 E30 incluso vio acción en los rally y también inspiró algunos Art Car de BMW. Y lo mejor de todo es que el Grupo A exigía que tanta belleza fuera producida en serie.

BMW fabricó un total de 17.1970 unidades del M3 E30. Hoy en día, son ejemplares sumamente codiciados por los coleccionistas y los amantes de la conducción deportiva. Paul Walker, por ejemplo, tenía dos y se subastaron recientemente por más de $150,000 dólares. Pero anímese, el legado que empezó con el BMW M3 E30 sigue vivo todavía y se ha extendido por más de cinco generaciones. Es más, este ADN de un coupé con pedigrí de carreras se ha extendido a otras gamas de BMW, como verá con una pequeña sorpresa que le tenemos para mañana.

Alejandro Ramirez Pulido
Redactor Web de la revista Fuel, corredor amateur y bicho raro de tiempo completo.

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