Audi Rosemeyer W16
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El Grupo Volkswagen en los noventa era un conglomerado automotriz bastante neutral y enfocado en ideas sensatas pero aburridas. Eso es hasta que Ferdinand Piëch subió al cargo de presidente, compró Lamborghini y Bugatti y se fijó una meta clara: ser los reyes del mundo. Claro que la historia no puede resumirse tan fácilmente, pero sí puede seccionar para que sea más fácil de digerir. Una de esas ideas en esos años de cambio y transición del Grupo Volkswagen fue esta: el Audi Rosemeyer W16.

Toda historia necesita un prólogo

A modo de introducción, Piëch asumió las riendas del Grupo Volkswagen en 1993, luego de un exitoso paso por Porsche y Audi. Al hombre se le conocía por ser estricto pero determinado y capaz de entregar resultados, justo lo que necesitaba Volkswagen en esa época de crisis. Piëch corrigió el curso de esa nave y le dio relevancia al conglomerado de marcas otra vez, absorbiendo a Škoda y adoptando un modelo exitoso de plataformas compartidas entre todas las marcas que convivían bajo la sombrilla de VW. Y en unos pocos años, el Grupo Volkswagen nadaba en dinero.

Audi Rosemeyer W16
Usted podrá pensar que este es el precursor del TT, pero en realidad es un proyecto que compartió cancha con el Bugatti Veyron. Nótese la carrocería en aluminio expuesto.

La visión de Piëch siempre fue la de tener un vehículo para todos los segmentos y clases sociales, ¿y cuál era el estrato que les faltaba? Los segmentos ultra lujosos. Antes de que usted diga “¿Y Audi qué es?” Para los años ochenta y noventa la marca de los Cuatro Aros no se consideraba al mismo nivel que Mercedes-Benz o BMW; eran más bien como un Volkswagen con mejores acabados. A finales del año 2000, Piëch lento pero seguro imprimió un sentido de distinción en Audi, pero no se iba a detener allí.

Con tantas fortunas Piëch tomó su tarjeta de crédito y se fue de compras. Lamborghini estaba en oferta luego de que Chrysler no le viera futuro, y Ferdinand no iba a dejar pasar la oportunidad. ¿Bentley? Un ofertón para subirse al bus del ultra lujo. Y después vino Bugatti, porque tener exóticos de Lamborghini no bastaba. Piëch incluso intentó que Volkswagen subiera de estrato, aunque esa empresa probaría imposible para la ambición de este genio austriaco.

Piëch y el plan maestro del W16

En medio de la llegada de Lamborghini y Bugatti se ubica el protagonista de esta historia: el Audi Rosemeyer W16. Más que un concepto, lo que aquí ve es la prueba que demostraba la viabilidad no solo de un hypercar, sino uno con un motor como ningún otro. No era una configuración nueva ni Volkswagen se la inventó de la nada, pero si hay algo de lo que no hay duda es que cuando se piensa en un W16, se piensa en el Grupo VW y concretamente Bugatti.

El primer W16 fue hecho en Crewe, pero es un prototipo que olvidó el tiempo. Menos Audi, que claramente se inspiró en él para crear al R8.

Para ser el hermano olvidado del Veyron, el Audi Rosemeyer no fue el primero en utilizar el W16. El concepto primero se estrenó en el Bentley Hunaudières que desfiló por el Salón de Ginebra en 1999. Así que el génesis de todo esto es un Bentley, que curiosamente incorpora trazos que luego veríamos en el Audi R8

Piëch tenía el deseo de tener un hypercar a como fuera lugar y le iba a poner el nombre que más sonara. Evidentemente Bentley no tenía el sabor suficiente para ser el recipiente de todo esto, así que le pasaron la pelota” a Audi, y este fue el resultado.

Ambición disfrazada de homenaje

En su principio más básico, esta berlina es un homenaje a Bernd Rosemeyer, exitoso piloto de Audi durante los años treinta y miembro del temible grupo de las Flechas Plateadas. Un hombre que murió al mando de su monoplaza aerodinámico de Auto Union (Type C y D), el cual provee inspiración al diseño del Rosemeyer. Aunque parezca un intento de rendir tributo a la historia de Audi, el Rosemeyer era un estudio de todo el Grupo Volkswagen para aterrizar un hypercar como ningún otro en alguna de sus marcas. SEAT, Škoda ni el mismo VW podían ser, así que era turno de Audi para demostrar si eran dignos.

Creando una silueta de burbuja aerodinámica con una parrilla ovalada, pasos de rueda marcados y una configuración biplaza, el Rosemeyer es un prototipo que marcó la pauta que seguiría el Bugatti Veyron. ¿No me cree? Compárelos en la siguiente imagen y verá que no todo son locuras de un escritor con demasiado tiempo en sus manos. Tampoco es coincidencia que se desarrollaran al mismo tiempo, con el primer prototipo del Veyron emergiendo en 1999 pero con el fallido motor W18.

Audi Rosemeyer W16
No puede ser coincidencia que ambos tengan diseños retro tan parecidos. Al final el diseño de Bugatti ganó (pero con tintes del Rosemeyer), y Audi puso el motor y tracción.

La historia que no fue… pero que al final tuvo sentido

El Audi Rosemeyer empleó el W16 ya visto en el Bentley, que en esencia combinaba dos motores VR8 unidos por pura garra e ingeniería alemana para crear una bestia hambrienta de 8 litros de desplazamiento. 700 caballos de potencia y 760 Nm de torque eran las figuras que prometía Audi, aunque usted sabe que había espacio para más. Un sistema de tracción integral quattro y caja manual de seis marchas eran las joyas que coronaban todo este paquete. Eventualmente el W16 le sonó más a los ingenieros en vez del W18 que Bugatti y Piëch querían crear.

No obstante, el proyecto no era 100% funcional como se imaginaba, y muy pocos escucharon el rugir de ese W16 de Audi, si es que alguna vez se encendió. Aun así, Audi sentó unas bases firmes para el desarrollo de ese propulsor, agregando el componente de la tracción y posteriormente los cuatro turbos característicos del Veyron. El Grupo Volkswagen quedó complacido con el resultado visto en el Rosemeyer, pero ya habían hecho su elección. Sería Bugatti el abanderado a cargo de semejante tarea, y Piëch movió el diseño y aprendizajes a Molsheim, combinando lo que ambas marcas ya tenían, y el resto es historia.

Aunque el génesis de todo esto fue Bentley, sin el Audi Rosemeyer no tendríamos hoy a Bugatti ni su motor W16. El Veyron y Chiron quizá tendrían otra forma y no serían los romperécords que son. Audi creyó que el Rosemeyer le montaría competencia directa a Lamborghini (marca bajo el mando de los Cuatro Aros), lo que es irónico porque el R8 es básicamente un Gallardo. Aunque la historia no ocurrió como debió, al final todas las fichas cayeron en su sitio: el Rosemeyer se transformó en el Veyron y el Grupo VW tuvo su auto insignia, Audi rescató el diseño de Bentley y lo moldeó en el R8, validando que también son una marca de alta tensión. Pero solo imagine como un ligero cambio en toda esa secuencia, cual efecto mariposa, cambiaría todo lo que hoy conocemos.

Audi Rosemeyer W16
Así como en la foto, el Audi Rosemeyer cerró sus ojos soñando con un futuro distinto. Uno con Lamborghini y Audi colaborando, y el Bugatti rompiendo récords.
Andrés Suárez
Cine🎬/Fotografía📸/Autos🚗. A veces hablo locuras sobre carros en Fuel Car Magazine.

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